un puñado de arena que a través del viento
viaja en todas y cada una de sus condenas, un tramo infértil de felicidad
porque un día de 1991 escribí mi primer poema
sin saber que con ello
le desordenaría todos y cada uno de los vellos púbicos
a las madres de mis compañeros de escuela. Fui primate
y primate terminaré en esta causa
no sabía
en los terrenos
que estaba entrando
deambulé por el Cementerio Católico
y también por el General
era la época en que los Góticos
se estaban recién cambiando los pañales
en que la marihuana
era sana
tiempos en que Artaud
era más importante que mi padre
tiempos en que me fumaba los bigotes del Bosco
con el único y progresista fin
de sentirle la alopecia al deseo muerto
porque justamente eso, la palabra Muerto
o la palabra Muerte sonaban a paraíso
a caverna de hachís, a las tetas de la Anderson
a la puta madre de las poetisas de este mundo
a sufrir cólicos en medio de un orgasmo drogado
a lamerle la herida sangrante a tu mujer
y decirle que era lo más importante
más aun que la palabra Muerto
o la palabra Muerte
así fue esta especie de circunsición
porque fue como tajearle un pedazo de escroto
a la cordura
cómo no recordar, entonces
ese día de en que hice mi primer poema
día aciago, extraño, eclipsado DE TODO
y apenas llego a casa por la noche
con mi primer poema en una libreta con tapas rojas
y una mosca azul seca pegada en su portada
me dirigí a la nevera
y al abrirla vi que había un cadáver en su interior
morado y con los ojos desorbitados
recién ahí me di cuenta
de qué se trataba este bello oficio